Se trata de una colección de objetos de lo más cotidianos, encontrados en mi estudio y elegidos para que tengan una segunda oportunidad, ésta vez aplicando un patrón modificador que es nuevo para mí. Hablamos del fascinante mundo de agujeros del artista Joan Verdú, que genialmente plasmó sobre una patata en la obra BIG POTATO WITH HOLES, que todos podemos ver colgada en el restaurante Joaquín Schmidt.
La mayoría de objetos son de aluminio, un metal ligero que hace unos años era muy común en los utensilios de cocina, fácil de trabajar y taladrar. Ya en el taller, agujerear esos objetos se convierte en un juego adictivo, en un proceso contagioso y como sí de una pandemia se tratara, el virus va infectando con vacíos que se propagan por todo el cuerpo de una cafetera, de un vaso, de una botella, de una cuchara… de cualquier utensilio.
Los objetos ya transformados se convierten en vivienda de un universo imaginario, donde hay lugares en que todo es posible… atravesar paredes, cruzar al otro lado, encontrar refugio y dialogar con el alma del objeto, o simplemente… entrar y salir.