Me encanta reencontrarme con el alambre olvidado y esbozar figuraciones filiformes, tal y como Giacometti sintetizaba el cuerpo humano, a mitad camino entre el ser y la nada. Son devanados rápidos y ahusados que se convierten en largas extremidades, donde una simple espira adquiere el carácter de un rasgo semblante.
En ocasiones, y sin poder evitarlo, la figuración reclama interactuar con el objeto más cotidiano, tal vez, buscando la armonía de nuestras miradas.